Es una legumbre que se cultiva desde tiempos muy remotos en el Extremo Oriente, concretamente en <china y Japón. En la actualidad, en Europa, se aprecia esta planta milenaria que es base de la alimentación de los pueblos orientales debido a su gran valor nutritivo.
Crece en forma de arbusto como la mata de judías y alcanza una altura de 80 a 150 cm.. según las especies. Ha sido conocida como planta de forraje, rica en proteína y grasa. Se conocen más de 500 variedades, algunas de las cuales crecen con gran facilidad en terrenos cálidos y áridos, otras en climas fríos y húmedos. Aunque China y EE:UU. son los grandes productores de soja, en Europa se ha propagado su cultivo, una vez que ésta se ha adaptado al clima. La grasa de soja no contiene colesterol. Por su contenido en ácidos grasos insaturados de los llamados esenciales, esta grasa tiene un gran valor biológico y resulta, por tanto, adecuado para los regímenes dietéticos. Es importante el elevado contenido en licitina de la soja, lo que facilita su aprovechamiento culinario y además resulta eficaz para mejorar o recuperar las funciones nerviosas y cerebrales, así como prevenir la degeneración grasa del hígado. Los minerales que componen la soja actúan en el metabolismo alcalinizando en alto grado con lo que se eleva la reserva alcalina de la sangre. Destacan especialmente el calcio, potasio, magnesio y hierro. Es escaso el aporte de sodio y cloro por lo que resulta muy adecuado para las dietas sin sal. Las buenas y numerosas propiedades deberían inducirnos a incluirlo en nuestra dieta a través de la harina integral de soja y la leche de soja, como perfecto sustitutivo de carne, o tomando la lecitina de soja. Está indicada para enfermedades infecciosas, estados de agotamiento y convalecencias, anemias. Apropiada para aquellas enfermedades que requieren de una dieta pobre en sal y en colesterol, es decir, enfermedades renales, cutáneas, reumatismo, hipertensión, angina de pecho, arterioesclerosis, y calculos biliares.
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