LA APELACIÓN
El jurado estaba listo.
Déspues de cuarenta y dos horas de deliberaciones, que síguieron a setenta y un días con más de quinientas treinta horas de declaraciones prestadas por cuarenta y ocho testigos y después de pasar una eternidad sentados en silencio mientras los abogados discutían, el juez los reprendía y los asistentes observaban como halcones a la caza.
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